miércoles, 10 de marzo de 2010

De Yo: Naturaleza de toda opinión (siete).

Toda opinión obliga..., y hasta tal punto que te coloca en el tiempo..., y ese tiempo pasa a ser..., por opinión..., asunto de vivos o muertos.














Veamos un ejemplo:

Cundo la RAE..., o cualquier otra academia de este mundo o el que pueda darse..., publica un diccionario con acepciones del siglo XIX..., literalmente está publicando para los muertos.

Es un error/horror habitual de académico..., no vive en la creación..., sino en la herencia..., y por tanto todas sus conclusiones se presentan con el nulo propósito de ser aprobadas por su maestro...

Traducción... Bebe en el diecinueve..., y no pretende ni puede pretender más aplauso que el de ese siglo..., el que vive y bebe.

A mayor edad..., mayor retorno.

Deben entender esto: si los principios no varían las conclusiones se repiten. Si los principios que mueven una obra..., la que sea..., se levantan sobre el siglo diecinueve..., es muy posible..., es prácticamente seguro..., que no alcancen jamás el siglo veintiuno. Y así si el principio es de pueblo y no de ciudadanía..., será muy difícil hallar o dar con una acepción que padezca de ese mal principio..., y termine por extenderse o contaminar toda la obra..., diccionario..., o no...

Más..., si esa obra de por sí parte con una propuesta de destino mayor..., el de lengua..., y así como poco intercontinental..., todo principio de pueblo se convierte en una condena... Pues todo calificativo de pueblo responde a la premisa de aparte..., esto es..., de pueblo... Terminando por ser la obra una torre de Babel popular..., en la que habría que entrar en tanta acepción como pueblo se dé. Y así la acepción de un salvadoreño no sería la de un argentino..., y la de un estadounidense la de un chileno..., un galimatías conceptual..., un enfrentamiento o afrenta de continua acepción..., una bobada más perdida en minúsculos espacios/tiempo.

No quiero ni imaginar lo que esos académicos entienden por autoridad..., autoridad..., de la que..., por no ser creadores..., sustraen cada acepción... Quisiera ver la lista..., no idea más exacta de una lectura. Pudiéndose dar la siguiente conclusión..., coclusión con la que me he encontrado más de una vez... Se puede el siguiente caso..., y habitual..., se leyó todo lo que no había que leer..., y lo que había que leer no se leyó. Esto es..., se ha tragado tanta bobada que sería un verdadero milagro que de tanta tontería se puede derivar algo...

Toda opinión alejda del creador entierra en el tiempo. Más aún..., te declara fuera de toda defensa..., y así..., como si de unas arenas movedizas se tratase..., se hunde uno más con cada alegación. Porque si el principio falla..., la derivación sólo puede ir a peor.


Y así..., y por seguir en el ejemplo..., no reconocer estas líneas y a su autor es tanto como afirmarse fuera del tiempo..., resultando no ser tanto una negación o silencio de Gonzalo Conde Escuredo..., como una negación de sí mismo y por todo el tiempo..., pues el diecinueve..., pasó..., y está hecho. Y si no se coloca uno en el veintiuno sencillamente no se está en tiempo alguno..., y todo tiempo se funda por creación.

Así..., en índice de autoridades del siglo veintiuno por puede ser el manejado en el diecinueve..., tiene que darse mucho..., pero mucho..., mal o pésimo supuesto de autor..., y demasiado cronista de feria.

Hoy..., y por un fundamentación de siglo..., de espacio/tiempo..., y con toda la opinión que esto conlleva.

De Gonzalo.

Para quinientos millones..., y seis mil millones más.